En Cuclillas

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos se cercan, las hordas (...)El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo. (Borges)

5.4.06

Un no sé qué, un qué sé yo



Hoy vamos a dejarnos tentar por la delicadeza de la industria textil. La industria textil, las chirigotas y el carnaval o las implicaciones de la moda en la sociedad.
Naturalmente estoy haciendo alusión a la polémica que se ha generado en torno al comentario que Zaplana dirigió en el Congreso a la Vicepresidenta De La Vega.

El señor Zaplana, que ya tiene fama en el Hemiciclo por sus afortunadas intervenciones, le ha pedido a María Teresa que ya que es” tan aficionada a disfrazarse, lo hiciera algún día de lo que representa su cargo.”

El comentario ha sido calificado inmediatamente y de manera rotunda por todos los medios de comunicación de machista. Pero ¿ acaso podemos explicar por qué lo es?

Nos encontramos así ante una de esas situaciones que se producen a diario que no son más que reflejo de la sociedad patriarcal en que vivimos. Las diputadas se levantan ofendidas del Congreso para expresar su malestar. La mayoría de las ciudadanas españolas que escuchamos, vemos o leemos la noticia, nos sentimos igualmente indignadas con lo acontecido en el Congreso y nos parece un comentario machista y fuera de lugar. Algunas, algunos, nos permitimos el lujo incluso de preguntarnos por qué no se levantaron también los diputados no ya respaldando a sus compañeras sino participando de una acción que no era sino la manifestación de un rotundo descontento con una intervención que consideraban desacertada y sexista. Pero nos encontramos entonces, ante un profundo silencio existencial.

Las mujeres se levantan y se van del Hemiciclo. Las mujeres, la Sociedad, critica el comentario y lo califica sin dudas de machista desde el salón de su casa, mientras ve el telediario de la noche. Encontramos dentro de nosotros una desazón, un no sé qué, que nos dice que aquello que se dijo no estaba bien, no era correcto, es más, nos ofende. Y durante todo el día lo comentamos con las compañeras de trabajo o lo hablamos con nuestra pareja.

Pero resulta que no tenemos palabras. El no sé qué, qué se yo, lo llevamos dentro de nosotros como ese presentimiento con el que nos levantamos una mañana que nos dice que vamos a tener un buen o mal día, pero que no podemos describir.

Hay un no se qué capaz de decirnos que no nos gusta, pero no somos capaces de tirar del hilo. No podemos explicar qué es lo que nos molesta, por qué está mal que el señor Zaplana haga comentarios de ese tipo.

Y no podemos explicarlo porque estamos metidas dentro del mismo saco que Zaplana.

Sólo si nos situamos desde fuera del “saco”, podemos ver qué es lo que está ocurriendo en realidad, y por tanto, ser capaces de analizar la situación y descubrir por qué lo dicho en el Congreso es machista.

Porque lo es. Situarse fuera del “saco” es sacudirse el polvo patriarcal que todos llevamos y que se pega a la ropa con una facilidad pasmosa. Sólo si somos plenamente conscientes de que todos tenemos ese polvillo adherido, que flota a nuestro alrededor, si somos capaces de verlo entre la gente, encima de ella, como si de una tormenta de arena se tratara, podremos intentar limpiárnoslo de nuestra cabeza y aclarar las ideas. Limpiar la cabeza de polvo patriarcal es quitarse la tierra que nos entraba en los ojos para darse de cuenta de que la sociedad que vemos no es una sociedad real, sino tamizada de una especie de partículas que no nos dejan apreciar su color verdadero.

Si adviertes que el polvo está por todas partes, podrás retirarlo suavemente, si no sabes que el color terroso que adviertes no es el real, vivirás pensando que todo es de un marrón ocre.

Hasta que tienes un no sé qué, un qué se yo, que te sopla al oído y no te deja dormir.

No somos capaces de saber por qué es un comentario machista porque estamos dentro de esa sociedad machista. Hace falta salirse de ella intelectualmente hablando-sacudirse el polvo- para encontrar las herramientas lingüísticas que permitan tirar del hilo.

Además de demostrar una completa ignorancia y una falta de respeto hacia África, sus mujeres y costumbres, a la vicepresidenta se la juzgó en tanto que Mujer. Es decir, se juzgan aspectos personales tan íntimos como la vestimenta, porque el vestido y la apariencia exterior es una de los aspectos que más se valora desde la sociedad patriarcal. Desde hace siglos, la vestimenta de la mujer era símbolo del poder del marido. Cuanto más arreglada, más rico e influyente. El paso del tiempo deja un poso importante en este aspecto. La moda es algo “de mujeres”, y somos nosotras las que nos preocupamos de “esas cosas”. La sociedad patriarcal, capitalista de nacimiento, expresa en el Consumo sus ansias de expansión. Abre mercado al hombre, es cierto. Y sin embargo seguimos siendo nosotras las que somos juzgadas por la ropa que vestimos. Dependiendo de la ropa que llevemos podemos ser consideradas –ojo, siempre con un claro componente sexual- como putas, reprimidas, monjas, facilonas o machorros. Situándonos de nuevo en un objeto pasivo. Digno, o no, de ser observado.

Y digo que se la juzgó en tanto que mujer porque sólo por el hecho de serlo, Zaplana se sintió con pleno derecho a criticar su indumentaria. Por supuesto no creo que el Diputado sea consciente de estas reflexiones. Por suponer, supongo que lo ve todo marrón oscuro. Considera que la Vicepresidenta debe llevar un atuendo adecuado a su posición y demostrar en todo momento, que está a la altura de las circunstancias. Teoría del techo de cristal y el doble rasero con el se mide a las mujeres de nuevo, claro.

Pero sobre todo, Zaplana le pide a la Vicepresidenta que “se disfrace” de su cargo porque una mujer “debe” hacerlo para desempeñarlo. Ponerse un traje de hombre. Le insta a que se disfrace de vicepresidenta y así da por sentado que para ser vicepresidenta tiene que ser hombre y es decir, debe ponerse una capa, y disfrazarte de ello.

Es un comentario machista porque jamás se lo hubiera hecho a un hombre. Pero, insisto, no es de manera consciente, simplemente jamás le hubiera parecido ridículo que Zapatero tuviera que ponerse la falda escocesa por razones de protocolo.

Paf! Descubrimos qué se escondía detrás del qué se yo: Un comentario machista detestable. Claro, que la Vicepresidenta lo descubrió mucho antes que nosotros.


17.marzo.06